Lunes, 9 de mayo

Este fin de semana he cumplido dos meses. Joder, qué lento pasa el tiempo y como pesa el cautiverio. Y lo que peor llevo y de lo que apenas pienso o comento con el fin de evitarme más sufrimiento, es el tema sobre mi hijo. Pati es trascendental en mi vida, pero mi hijo es primordial. Bueno, la verdad sea dicha, sin ambos la vida para mí carece de sentido. Por este motivo hablo poco del peque, algo más de Pati, pero no me prodigo con el temita de los huevos; me desangra.

Desde que tengo el destino, aún me encuentro más depre. Por lo menos curro, pero currar entre la mierda, las meadas, y la gente que entra y sale como en el metro para colocarse…, buf, es muy fuerte. No sé cuanto aguantaré, pero espero que el educador me cambie en breve, ya que sino mando esto a tomar por culo. Sí, sí, sé que eso no me conviene, pero, joder, si uno aquí ya está jodido y aislado, sin ver a su familia, ni amigos, ni ir a comer a un restaurante, ni irse a la playa, en fin, todo lo que  la libertad a uno le ofrece, encima tiene que aguantar patio, y lo peor, soportar la mierda y el olor nauseabundo de un destino como el que tengo. 

Y hablando de olores. Me he pispado que la cárcel destila un olor característico, único. La misma ropa va impregnándose de dicho tufo. Por eso, mucho sacan lo que aquí se llama el Paquete. Cada quince días, cuando la familia se acerca a comunicar, la peña saca una bolsa de fique -de esas que venden los chinos-, llena de ropa sucia, y la parienta, a su vez, deposita otra a nombre del interno. En la que se llevan, se encuentran las prendas sucias y con hedor a talego. En la que recibimos, llega todo limpio, con olor a suavizante, a hogar, planchado y doblado, además de algunos obsequios como revistas, libros, fotos, algo dulce…, lo que les dejen pasar.

Existe otro método. El que yo utilizo para no molestar a Pati. Al destino de lavandería le suelto un paquete de Fortuna, para que lave mi ropa aparte de la de los demás, y le agregue suavizante. Funciona, y encima te la traen doblada.