Submitted by jorge on Fri, 06/05/2011 - 08:01
Viernes, 7 de mayo
Empieza de nuevo el fin de semana. Miedo me da. En menudo berenjenal me he metido aceptando este destino de mierda. Nadie se puede imaginar lo que es el tigre del patio de un talego. Papelinas, condones, aluminio, pinchos, alguna pasti perdida, gayumbos cagados, chorizos decorativos, meados en las paredes y un largo etcétera que aún no puedo relatar porque apenas llevo dos días. Hasta ahora es lo que he visto.
Hoy, cuando voy a hacer la limpieza de tarde en el tigre del comedor, tengo que realizarla a medias. Es tarde de tatuajes. Jean-Michel, un francés taleguero de pro, curtido en prisiones de muchos países y que roza los cincuenta, esta pergeñando un corazón encadenado con el título, “Amor de Madre”. El tío utilizado de conejo de indias está encantado. Y aunque el motivo está más que visto en estas casas, la ejecución es de tal calibre, que me quedo sorprendido y dejo de asear, por respeto y admiración.
El cabrón del gabacho se ha fabricado la maquinilla diabólica de tatuar con un motor de Walkman, un carcasa y el tubo plástico interior sin tinta de un bolígrafo Bic, una aguja de coser y dos pilas de transistor, y todo sustentado y amarrado con esparadrapo. Las tintas de diferentes colores, las agujas y el esparadrapo se las trae de estrangis un monitor de algún curso. Se lo pide, supuestamente, para hacer trabajos de dibujo y relieve; el de afuera se lo cree. Y la verdad, los tatuajes que he visto están de a buten. Hasta he pensado pedirle que me haga uno; además, el tío es barato y se enrolla.
En esto, uno que hace guardia en la puerta grita de manera contenida y en dirección nuestra.
-¡Agua, compis, agua!, los funcionarios.
Los mendas recogen el equipo y demás a toda velocidad. Lo encaletan en la parte elevada de los muretes. Uno se pone a lavarse las manos, el otro a cagar, el de más allá a mear, y yo, a pasar la fregona.