Submitted by jorge on Fri, 03/06/2011 - 08:34
Viernes, 3 de junio
La movida de ayer por poca me cuesta un segundo disgusto en los casi tres meses que llevo aquí. Y me salvó la campana. Fue el kurdo el que entró a mear en el instante en que el guarro caía con sus nalgas emporcadas. Trato de enderezarse, pero sus manos resbalaban en los azulejos cagados. Una, dos, tres veces volvió a caer, el tiempo necesario para que el kurdo se pispara de lo que ahí ocurría, se acercara a mí, me empujara fuera del tigre y se quedara para arreglar el entuerto. El otro de seguro estaba colocado.
Cuando por fin salió, se acercó a mí y me instó a patiear junto a él. Al rato me soltó.
-Yo hablar con basura esa. Yo decir, que si él tocar tú o chivar, yo matar. Él no hacer nada. Tú tranquilo.
Seguimos caminando. Tardé un rato en digerir lo que había hecho este hombre por mí. No lo entiendo. Me ayuda sin esperar, aparentemente, nada a cambio. Sigo sin entender.
-¿Por qué lo haces? –pregunté después de varios minutos de silencio.
-Tu buena gente. Yo gustar buena gente –y con eso zanjó el tema.
Después de la siesta, bajo y me encuentro con una carta y una comunicación. La carta es de Pati, con unos garabatos hechos por mi hijo. Sin embargo, las palabras de mi mujer no son nada alentadoras. Me comenta que no puede más, que le ayude, porque en breve, no podrá ni ponerme peculio. Mi alegría por lo escrito por el niño, se desvanece con lo que recibo por parte de mi mujer. Voy a pedir de nuevo el móvil al kurdo para llamar al colombiano. Ya debe tener alguna respuesta a mi propuesta.
La comunicación es de la Junta. ¡Qué de puta madre! Me sobreseen el parte que me instaron por la pelea con el gitano del módulo anterior. Claro, ahora lo entiendo. Yo, como primerizo y preventivo, no debo permanecer en un módulo con condenados, situación que les podría acarrear problemas si a mí me ocurre algo con el romaní u otro. De ahí que estimen mi recurso. ¡Menudo muerto se quitan de encima!