Submitted by jorge on Tue, 28/06/2011 - 08:23
Martes, 28 de junio
Hoy, varios gitanos, entre ellos el Yayo, montan un fandanguillo en el patio de aquí te espero. Es a la bajada de la siesta, y cuando el calorazo que está pegando nos mantiene a todos fuera del hormigón, éstos, con dos cojones y en una esquina sombreada, colocan el reproductor de CD a todo trapo y comienza el sarao. Uno, con la guitarra a la que le que faltan dos cuerdas, el otro, con un cajón agujereado, y el resto, cantando y tocando palmas que da gusto. Y de fondo, la música de Camarón.
El resto del patio está vacío. Algún despistado camina, un par de locos se colocan en el tigre, unos suramericanos se duchan, y la peña, dentro del comedor y del salón, dedicados a ver la tele, a jugar a las cartas y al dominó, un par de rusos al ajedrez, y cuatro más al ping pong. Todas las sillas están ocupadas por mendas despatarrados, pasando la tarde como pueden, y aguantando la calor.
Al kurdo lo hemos convencido para que se acerque a nuestra mesa de dominó; siempre está solo, y al final ha rumiado un, bueno. Se va en busca de su silla. Para ello tiene que ir buscando su nombre, grabado a fuego en el respaldar plástico de alguna de las sillas. Casi todas tienen dueño y rúbrica, y el que se va, la cede.
De repente, y desde la distancia del comedor, escuchamos gritar a un gabacho algo histeriquillo y tocacojones:
-¡Cette chaise est à moi!
Me levanto presintiendo que el kurdo se encuentra en problemas. El franchute gritó algo sobre la silla, por lo que hilando, deduzco.
Cuando Panamá y yo llegamos al comedor, el francés está tirado en el suelo, cubriéndose la cara con el brazo a la espera de recibir un golpe. El kurdo, sujetando la silla con la derecha, la ha elevado para sacudirle en toda la chola. Le desvío el brazo justo en el momento del impacto. La silla golpea el suelo y la pierna del francés. Un leve gritillo afeminado sale de su garganta. He evitado una movida mayor. El kurdo me mira serio, se gira y se va con su silla.