Jueves, 4 de agosto

Hoy no salgo de mi asombro, y la tristeza y la rabia me invaden. Nuestros compañeros de la celda contigua, la de nuestra derecha, se llevan bien entre ellos y con nosotros, y en general, con todos. Uno de ellos, José Enrique, es un español de unos sesenta y cinco años, tranquilo, con recursos suficientes, casado y con hijos mayores, y cumpliendo condena por estafa. Tiene un bypass coronario instalado en su cuerpo tras sufrir durante su época de empresario dos infartos. Aquí lleva una vida sosegada, y su compi y machaca, un joven español, ex yonkie, aunque formal y amable, le cuida como si de su padre se tratara. 

El caso es que José Enrique ha muerto esta madrugada. Y lo que más me ha apenado y encendido, es que está mañana, cuando después de llevarse el cadáver, los funcionarios encargaron a su compi que recogiera sus pertenencias y que las llevara a la garita de los jichos, nos hemos enterado, que el joven tan amable, su machaca, su compi, se ha quedado con gran parte de sus bienes, entre ellos una chupa de cuero molona, dinero en efectivo que escondía el viejo para sus gastos extras, camisas, una pluma y no sé cuantas cosas más.

En el patio se corre de inmediato la voz, y muchos de nosotros le hacemos el vacío; otros no. Estos últimos se pegan a él para ver que le sacan, ya que ahora ya es un pudiente compi de módulo, y desde ahora, ex machaca. Así, por estas miserias humanas, se mueve la peña en los patios. Tanto tienes, tanto te aprecian. Hombre, no todos. Habitualmente los ruinas, los talegueros de pro, los detenidos por delitos de importancia y los terroristas, esos no comen de cuento. Y algunos otros, tampoco. Solo las perras, las ratas, los miserias y los enganchados, también algunos pobres indigentes, se mueven como buitres detrás de la carroña.

RIP por José Enrique. Espero que donde te encuentres los barrotes brillen por su ausencia. Como siempre se escucha por estos lares: “aquí lo enfermos salen cumplidos o con los pies por delante”.