Submitted by jorge on Tue, 04/09/2012 - 08:32
El que no vivió los años sesenta del siglo pasado, no pudo conocer los destrozos que un medicamento realizó en los recién nacidos, un medicamento, la TALIDOMIDA, que se vendía sin receta, como inocuo, y que combatía los mareos de las embarazadas.
Resultó ser una bomba de tiempo. Entre 1957 y 1960, 10.000 niños alemanes y de otros países, nacieron con deformidades –sin piernas, sin brazos, con manos deformes o pies inoperativos, etc.-, y los laboratorios Grünenthal echando balones fuera: “qué si las pruebas nucleares de americanos y soviéticos, que la contaminación…” Muchos murieron, los demás sobrevivieron con apenas miembros.
Yo lo viví, yo conocí a esos niños, no consigo olvidar…
Pero los laboratorios Grünenthal, y a pesar de que retiraron el medicamento del mercado en 1960, no han pedido disculpas hasta ahora, cincuenta y dos años después.
Nadie pagó con cárcel, nadie fue juzgado, todos los directivos del laboratorio se fueron de rositas, pero yo no olvido esos miembros deformes, y los sobrevivientes tampoco, ni muchos de los que vivieron esa época.
¡Qué injusticia! Pero siempre ocurre lo mismo: las grandes firmas, las grandes corporaciones nunca pagan –en ocasiones limosnas económicas-, y si no, véase el desastre de Bhopal, donde la empresa norteamericana Unión Carbide tuvo un accidente en su planta química de la India, donde murieron 20.000 personas y otras 600.000 resultaron afectadas.
¡Qué Injusticia!
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/09/03/actualidad/1346671577_206198.html