Submitted by jorge on Wed, 18/01/2017 - 06:48
No se lo deseamos a nadie, esté detenido por uno u otro motivo, haya cometido el delito que sea.
Porque estar residiendo en la cárcel y enterarte que tu hijo menor se encuentra en un estado grave en el hospital, es una sensación que solo los que han pasado por ese trance o uno parecido pueden percibirlo, sentirlo, imaginarlo.
La situación no solo no mejora con los 5 minutos de llamada telefónica que diariamente te corresponden, sino que empeora, ya que ante tu incesante cascada de preguntas y de dudas, cuando comienzan al otro lado del hilo a darte las respuestas, los 5 minutos han volado y la llamada se corta de manera automática y, entonces tú, entras en cólera, en desesperación, y es el momento que hasta el más pintado pierde los papeles y arremete con lo, él o la que se cruce primero en su camino.
Este es un ejemplo clásico de como comienzan a instruirse los expedientes disciplinarios y otras acciones contra los internos que, en un momento dado, se salen de sus casillas en un centro penitenciario.
Y este es el caso de la etarra Sara Majarenas, interna en la prisión de Picassent, donde cumple una condena de 13 años por pertenencia a banda armada.
En dicha prisión existe un módulo de madres con hijos, lugar donde las internas pueden convivir con sus hijos menores de 3 años, momento a partir del cual los niños han de residir fuera del centro. Este era el último año en que la pequeña vivía con su madre, Sara, de lunes a viernes encerrada, pasando los fines de semana con su padre etíope en un pueblo de Valencia.
Por algún motivo que desconocemos, este individuo clavó un cuchillo a su hija en la espalda, tras lo cual se entregó. La niña se encuentra grave en el hospital, aunque viva que, en resumidas cuentas, es lo que en última instancia importa.
Por supuesto, a Sara la internarán en la enfermería de la prisión bajo vigilancia médica, ya que en el estado anímico en que se encuentra no creemos que el protocolo de prevención de suicidios con una interna de apoyo sirva, más bien, una observación continuada por parte de un equipo profesional y con apoyo psicológico.
Y esperemos que le concedan sin problema permisos extraordinarios de salida para ir a ver a su hija durante su convalecencia, aunque tenga que salir engrilletada y custodiada por dos agentes.