Hace ya la friolera de veintitantos años se utilizaba en Colombia de forma habitual para atracar a los incautos de farras nocturnas, como ahí se les denominaba, a los puteros, esos que acababan en los clubs de alterne y perdían sus pertenencias y en ocasiones la vida después de pasar por la ingesta de bebidas rociadas con Burundanga.
También era corriente encontrar casos de robo con envenenamiento en los partidos de fútbol de allende los mares, donde la bebida contaminada se repartía en botas de vino o envases con ron y aguardiente entre los espectadores bulliciosos.
Pero la historia de la Escopolamina o Burundanga viene de épocas inmemoriales, ya que los indios americanos anteriores a la llegada de los españole la suministraban a las esposas y esclavos de los caciques difuntos para enterarlos en vida junto a ellos.
Igualmente, el médico nazi Joseph Mengele experimentaba con los detenidos dicha droga como suero de la verdad.
El árbol del cual se extrae la Escopolamina se denomina popularmente “Borrachero”, y se encuentra fácilmente en zonas andinas suramericanas, tanto es así, que a menudo las madres advierten a sus hijos no quedarse dormidos bajo su follaje.
Por tanto, no se trata de una droga nueva ni un delito recién aparecido, ya que en España la vienen utilizando en el último decenio los delincuentes que comenzaron a traerle de Colombia.
Para los incautos, una advertencia: no acepten copas de desconocidas, por muy estupendas que estas estén.
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