Submitted by jorge on Fri, 04/08/2017 - 06:05
¿Islamofobia o simplemente hartazgo que no se amolden a las costumbres occidentales?
No tenemos claro donde radica esa frágil línea entre la aversión a una cultura y forma de vida opuesta a la nuestra o, por el contrario, el desear que las personas de otras nacionalidades, credos y costumbres que residen en nuestros países occidentales aparquen en público sus maneras, esas que chocan con las nuestras, y en privado hagan de su capa un sayo.
El hecho ocurre una vez más en Francia, en Marsella, para ser más exactos, donde una familia musulmana que se alojaba en una residencia privada con piscina por una semana, ve que al segundo día de bañarse la señora con un burkini en la piscina -el primer día también se dio un baño y no ocurrió nada fuera de los normal-, es sacada por un vigilante de seguridad a instancias de las quejas de algunos residentes y del dueño del complejo.
El resto de la semana no volvió a zambullirse en el agua, además de lo cual, le retuvieron una fianza de 490€ con el pretexto de pagar la desinfección de la piscina debido a introducir las prendas de tela en ellas.
Ella alega a su favor, al igual que el colectivo CCIF, Colectivo francés contra la Islamofobia, que el burkini está confeccionado con las mismas prendas que un traje de baño, por lo que no ensucia el agua.
Existen antecedentes problemáticos del uso del burkini en lugares públicos europeos, qué decir del velo y la Hiyab, pero las normativas son diferentes en cada país y la CEE no se pone de acuerdo al respecto.
¿Qué hacer, la vista gorda y ser permisivos con sus costumbres en Europa o, por el contrario, exigirles lo mismo que ellos nos exigen en sus países cuando viajamos a dichos destinos?