El Lejía va a salir de permiso. Su tercer permiso. Para mañana a las 5 de la tarde está prevista su salida.
Esta tarde lo abordan algunos compis en el patio, en mayor número de lo habitual. Ya se ha acostumbrado, es el proceso natural del sistema. Cuando alguien sale, sale de compras.
Entra en el tigre. De uno en uno van desfilando, unos le entregan billetes de euro de uso corriente, los menos, promesas, aún sabiendo que las promesas conllevan un añadido en el precio. En una pequeña lista de mano va apuntando lo que necesita cada uno, en clave y con letra ininteligible; no da su caligrafía para más, de la ortografía, sin comentarios.
A los seis días regresa. Llega sonriente, pero con ojeras de noches de insomnio. Entra en Ingresos. Lo cachean de arriba abajo, de abajo arriba, entre piernas, en las sobaqueras. Después pasan la raqueta a su ropa y a sus pertenencias. Un MP3 que trata de entrar de extranjis, conectado y dando tonos, le es requisado. Lo demás pasa. Y él también.
A última hora de la tarde pisa módulo. ¡Cuántos amigos lo esperan! ¡Qué fervorosos abrazos recibe! Todos lo quieren y él se siente elevado aunque conoce el motivo de tanta euforia. Le preguntan inquisitivos sobre el disfrute del permiso con intenciones de conocer el resultado final de su periplo: ¿Qué has traído, compi?
A todos les promete que a la mañana siguiente, que para el desayuno. Algunos transigen, esperarán, otros, los enmonados, ni de coña, esta noche antes del chape de celdas. No, las prisas son malas consejeras, además, trae un resacón de güisqui garrafero y de jaco que te cagas; esta noche no, sentencia.
A la mañana siguiente, cuando abren las puertas, un pequeño tumulto se forma frente a su chabolo. El funcionario se pispa, sin embargo, hoy no tiene ánimos para entrar en berenjenales que no le aportarán sino disgustos. Además, de esta manera el patio estará más tranquilo. Lleva una semana revuelto, y él sabe por qué.
El Lejía cuenta con quince minutos antes de que chapen para bajar al patio. Entrega papelas de diversos tamaños a diferentes compis. Unos las reciben y parten, otros pagan, las toman y encaletan la merca en los gayumbos. Ya la revisarán en el tigre del patio.