Se establece una nueva comunicación especificando todos los puntos, a la espera de la confirmación de la forma de pago. El dueño de la merca percibe un atisbo de engaño en el proceder del comprador. Sin embargo, sabe que su nombre y fama le amparan. Sabe que el que trate de sisarle la mercancía corre un grave riesgo de accidentarse en un pasillo, en el gimnasio, en las aulas o en el salón de actos. Nadie arriesgaría su integridad física y su nombre por unas posturas de merca sisada al kie del módulo 7. A no ser que ese loco suicida estuviera enmonado y no tuviera con que.
La respuesta llega un momento antes de la llamada a comedor. A regañadientes han dado el sí. Todo queda pendiente para la tarde, momento en que se realiza la operación y se cobra la transferencia aérea.
A la mañana siguiente y con la llamada a, ¡Metadona!, comienza a sentirse el verdadero resultado de la llegada de la mercadería del Lejía. Después de que la cola de toxicómanos haya ingerido el chupito de esa droga de laboratorio, legal pero dañina como mordedura de serpiente, se dispersan cabizbajos por cualquiera de los rincones asequibles. Entonces extraen de su bolsillo las pastis de Tranquimazine, o se chutan una dosis de caballo y el cóctel está servido.
A partir de ese momento, el resto de los internos, los que no están colocados por alguna de las sustancias repartidas a hurtadillas, intuyen que han de moverse con discreción y tino. No solo ellos, no. Los funcionarios presienten nubarrones y rezan para que sean de los blancos como el algodón y no de los de tormenta monzónica. Nunca se sabe. O la peña se duerme con la jeta inmersa en la sopa a la hora del papeo, o a uno se le va la pinza y monta la de Dios es Cristo, hostiándose a diestra y siniestra hasta decir basta. Todo depende del combinado del batido de la Metadona con el resto de ingredientes.
A los dos días la tormenta amaina y cada módulo sigue su curso natural: hasta que se den por finalizadas las existencias de lo que te cuen y comiencen las incontinencias o hasta la llegada de una nueva remesa y su consabida mezcla. Todo es cuestión de esperar.