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EL CAMINO DE LA DROGA: ENTRANDO (3)

Dibujo_el_camino_de_la_droga_entr_3Cada interno entra en su módulo. Éste apenas percibe su entorno. Se siente ligero, relajado y con ganas de tumbarse, y eso hace nada más pisar el patio. Se reclina en una esquina y derrumba la cabeza sobre sus brazos. Algunos compis pasan por su lado, nerviosos, buscando algo, a la espera de lo prometido, pero cualquiera moviliza en el estado en que está a esta mole.

La hora de la comida. Varios se acercan a despertarlo. Con gran esfuerzo lo ayudan a enderezarse y lo acompañan al comedor. Le cogen la comida y le ayudan a ingerir. Se preocupan de él. Algo buscan, algo quieren.

Ante la insistencia de los más necesitados, les promete que después del chape de la siesta bajará con lo que necesitan. Asienten a regañadientes. Algunos han pagado por adelantado, a otros la incontinencia les carcome, pero todos han de aguantar.

Los funcionarios chapan las puertas de los chabolos. Uno de ellos silba, él otro hace que se va, pero de inmediato regresan de puntillas y se colocan a los lados de la celda. Esperan cinco, diez minutos. Entonces se enfundan los guantes de látex, introducen la llave en la cerradura y con un clac, clac violento aperturan la puerta. Se disparan dentro.

Él se encuentra acuclillado y con la mano temblorosa, extrae las bolsas de su culo. Les mira de soslayo pero su reacción apenas se deja sentir. No así su compañero, que tumbado en la litera de arriba, observa con estupor el circo que se ha montado.

Lo obligan a vaciar su recto de todas las bolsas que ellos, con meticulosidad científica, introducen en una bolsa plástica mayor. Después lo hacen vestir, tomar un par de prendas, algunos utensilios de aseo y lo acompañan escaleras abajo tambaleante.

Toman el camino al chopano, al módulo aislamiento, después de haber consultado con el jefe de servicios por teléfono. Ahí lo reciben otros funcionarios y lo conducen a una de las solitarias celdas en ese módulo solitario y silencioso. Entra con sus cuatro cosas y se tumba a dormir la mona, aún sin la conciencia clara del lugar y del por qué se encuentra ahí.

Cuando a última hora de la tarde abren la puerta para dejarle la bandeja de la cena, despierta entre tinieblas para percatarse, ya de una vez por todas, de la situación en la que se encuentra. "La he cagau", piensa.

Mapa penitenciario

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