Submitted by jorge on Mon, 14/03/2016 - 06:51
Muchos abuelos y padres de los actuales españoles fueron en su día emigrantes que partieron de su terruño y región, con una mano delante y otra detrás, en busca de una vida mejor.
Una primera hornada (sin contar las de los siglos pasados), partió en el primer tercio del siglo XX a las Américas -Méjico, Argentina, Venezuela, etc.- y una segunda, en la década de los 50 y 60 a Venezuela, primero y, el resto, a la Europa del Norte.
Desde hace aproximadamente una década, la inmigración llega a nuestros suelos, parte de América Latina y, otra parte, de Marruecos y África del Norte y Central.
Está bien que se controle la inmigración, que se les exija ciertos requisitos, pero también que se les ofrezca la oportunidad de trabajar y salir adelante, así como la facilidad de enviar dinero como ayuda a sus familias allende los mares.
Pero que gentuza desalmada no solo no les faciliten el acceso laboral, sino que les pidan dinero por adelantado a fin de ayudarlos, supuestamente, con los visados y la consumación de unos contratos de trabajo y que, con posterioridad, no cumplan con ninguno de los cometidos prometidos y además, no les devuelvan el dinero entregado, nos parece ruin y digno de una condena a prisión.
Pues eso es lo que se dedicaban a hacer Mónica González, ex concejal de Podemos en Puerto Real y otras seis personas, “por lo que serán juzgadas en la Audiencia Nacional por estafar un total de 485.677 euros a inmigrantes latinoamericanos con falsas ofertas de empleo a través de la empresa Eurowork, con una petición fiscal de 4 años de cárcel por estafa, mientras que la acusación particular reclama para todas ellas 10 años de prisión al añadir el delito de asociación para delinquir”.
Además de esto, miles de ecuatorianos perdieron hace una semana un dinero que, presumiblemente, enviaron a Ecuador, pero que nunca llegaría por el cierre de la empresa OGC Paquetería, esfumándose sus dueños a las Bahamas o a quién sabe qué otro paraíso a disfrutar de las playas, el sol y los Daiquiris con los ahorros de unos pobres inmigrantes.
Los humildes siempre se encuentran en la cuerda floja, esa que tensan y destensan los poderosos y los sinvergüenzas.