Submitted by jorge on Thu, 01/10/2020 - 06:26
Parece mentira, que ya adentrados en el siglo XXI y en un país del supuesto 1º mundo como, supuestamente, es el nuestro, siga existiendo la esclavitud laboral unida a la sexual.
Pero claro, como en este caso se trataba de temporeras marroquís, sin papeles y manejadas, como si de ovejas se tratara, por un intermediario también marroquí, nadie se enteraba.
Vivían hacinadas con otros indocumentados en casas alquiladas en la zona donde se encontraban las fincas donde realizaban su labor en la región de Murcia, pero como eran mujeres "en situación de precariedad y alta vulnerabilidad”, carecían de permiso de residencia y de trabajo, no tenían vínculos familiares ni hablaban nuestro idioma, no accedían directamente a los empresarios agrícolas que, supuestamente, las contrataban, sino que lo hacían a través de este intermediario marroquí de 58 años, que recibía 20€ la hora por cada una, pero dado que las llevaba del trabajo a casa y se hacía cargo de su acceso al mundo laboral, les descontaba 7€ por hora, además de abusar sexualmente de algunas de ellas con la amenaza de no darles opción de trabajar si no accedían a sus pretensiones.
Ocurrió durante un largo periodo de tiempo hasta que CCOO de Murcia logró que 5 de ellas contaran su historia, poniendo al corriente del hecho a la Guardia Civil que, después de tomar declaración a las 5 valientes que denunciaron -otras muchas no se atrevieron a hacerlo- comenzó a realizar una labor de seguimiento del intermediario y de los empresarios agrícolas.
Al final lograron detenerlo y ponerlo a disposición judicial por los presuntos delitos de más de 20 Agresiones Sexuales, Abuso, Acoso y contra el Derecho de los Trabajadores.
Las pobres mujeres, en principio, no se atrevieron a denunciar dado que el intermediario era su único contacto con el entorno y, si cedieron a las agresiones sexuales, se debió a que no podían acceder al trabajo sin su visto bueno, aunque finalmente una por una fueron convencidas de declarar en contra del individuo, aunque siempre bajo la presión del miedo y del desconocimiento de nuestras Leyes y nuestra Justicia.
Los empresarios que las contrataban conocían su situación irregular y, quizás, la actuación del intermediario, pero miraban hacia otro lado ante la necesidad de lograr mano de obra barata y silenciosa.
Nos parece de una humillación, falta de respeto e inhumanidad, el trato que estas pobres y otras en similar situación recibían, máxime, cuando el mayor responsable del maltrato era un compatriota suyo.
Sin embargo, en ciertas zonas agrícolas se sigue contratando esta mano de obra muda y no se castiga apenas el hecho.
