Bien, volviendo al patio. La experiencia del 11-M fue algo… demasiado. Una experiencia que hasta a los compañeros más curtidos los dejó tocados. Era un jueves por la mañana. Apenas habíamos pasado el recuento y nos quedaba un rato para abrir celdas, cuando vimos por la televisión las primeras imágenes de los atentados. Las cadenas de radio escupían las noticias, confusas, sin parar. Pasadas un par de horas comenzaron a sonar los teléfonos, unos con noticias, otros con órdenes. Algunos compañeros de Meco nos comentaron que había problemas en los patios. Ciertos presos de ese centro habían perdido a algún familiar, a otros los habían herido. A los etarras los acorralaron en los patios y a punto estuvieron de lincharlos si nuestros compañeros no los hubieran refugiado. Alcalá-Meco bullía como una olla a presión.
Nosotros, y como más tarde supimos, en los otros centros también, recibimos la orden tajante de refugiar a todos los etarras en sus celdas y en aislamiento, a fin de evitar posibles agresiones por parte de los otros internos. Las primeras noticias apuntaban a la banda terrorista ETA como la causante de los atentados de Atocha y eso enfureció a la peña. Al mediodía los gritos contra los diferentes presos etarras se escucharon por todo los patios del centro y el subdire de seguridad nos puso en máxima alerta.
Pero lo más sorprendente es lo que ocurrió al día siguiente y la verdad, no sé de quién surgió la idea. A cierta hora de la mañana se convocó a todos a guardar unos minutos de silencio. En cada patio se juntaron todos los internos, con nosotros revueltos entre ellos, y así, con esa mezcla curiosa y nunca antes vista, permanecimos todos unos minutos con la cabeza gacha y apenas un susurro cruzando el patio.
Sin embargo, las noticias que poco a poco se filtraban entre el 12 y el 13 de marzo revolvieron aún más si cabe al personal, a todo; a los internos porque comenzaron a oír susurros de sirena de origen islamista que les recordaron épocas recientes y tremendas. Y a los compañeros, porque ante la incertidumbre de lo que ocurría no sabíamos que o a quién controlar, ni siquiera los jefes políticos lo tenían claro. Las órdenes contradictorias se sucedían y solo en la tarde del 13 y cuando las noticias parecían más que confirmadas, dimos unos pasos consecuentes.