Submitted by jorge on Mon, 25/04/2016 - 06:51
Desde el decomiso de carne de MONO etiquetada como carne de ternera, hasta intestinos de pollo conservados en formol, pasando por 400 kilos de bacalao y codillos con la caducidad oculta y que se remontaba al 2014, son parte de los decomisos que realiza diariamente la Guardia Civil y otros organismos gubernamentales para evitar la llegada de estos productos al consumidor final: N-O-S-O-T-R-O-S.
A nivel internacional existe una mafia agroalimentaria que mueve al año entre 30.000 y 40.000 millones de dólares y que se está demostrando difícil de atajar.
Para que se considere que existe el fraude alimentario, es necesario la “alteración intencionada de las características de un producto de alimentación de forma ilícita y con fines lucrativos”, explica Roberto Ortuño, jefe del departamento de Asistencia Tecnológica y Servicios Analíticos del centro tecnológico Ainia, de ahí la dificultad de controlar este negocio ilegal que bordea en ocasiones la frontera entre lo lícito e ilícito.
Los controles se realizan desde los productores hasta las cadenas de venta, pero cuando el producto llega de terceros países con legislaciones más laxas o “controladores manipulables”, es complicado que el fraude se detecte en destino.
Además, las condenas por estos hechos suelen acabar en una multa y au, y pocos son los estafadores alimentarios que terminan con sus huesos en prisión.
De ahí que cuidemos el verificar y comprobar las etiquetas de los productos que consumamos, sus vencimientos y características.
Nuestra salud y la de los nuestros va en ello.