Submitted by jorge on Mon, 21/09/2015 - 06:45
Amparándose en la impunidad con la que han obrado y han sido juzgados los integrantes de la banda nazi FAS, el máximo dirigente de este grupo de extrema derecha, José Antonio Andrés Orts, ha solicitado les sean devueltas las armas incautadas tras la detención del grupo y a la vista de su sentencia absolutoria.
Como lo leen, aunque simule un guión de películas de gángster de los años 30.
La Guardia Civil detiene a varios miembros de esta banda cargados de antecedentes penales, por varios delitos y basando la acusación en las pruebas de las intervenciones telefónicas autorizadas judicialmente, además de encontrar un arsenal de guerra en su poder (un lanzagranadas C-90, cuatro revólveres de los calibres 38 y 22, una pistola Walter modelo P-99, varias escopetas, rifles, carabinas y armas cortas, puños americanos, porras, cuchillos, hachas, etc.)
Pues el Juez de la Audiencia Provincial de Valencia declara nulas las actuaciones y absuelve a todos los miembros del grupo neonazi por la supuesta ilegalidad de las escuchas telefónicas –a pesar de haber sido autorizadas judicialmente en la instrucción-, aduciendo que “toda prueba conseguida como consecuencia de una actuación ilegal queda invalidada y de ahí la absolución, a pesar de los hechos presuntamente delictivos identificados posteriormente”.
Las armas fueron destruidas por orden del TSJ valenciano, por lo que el abogado del grupo, presumiblemente, solicite una indemnización, que con toda seguridad prosperará.
¿Qué ocurre en nuestro país, y en este caso en la Comunidad Valenciana, donde como recoge la noticia ”en Valencia ninguna causa abierta contra bandas nazis por delitos de odio o tenencia armas ha terminado con la condena de los acusados”, cuando se ha demostrado que varias bandas neonazis y grupos ultra de hinchas del fútbol forman grupos compactos y cometen delitos, que ninguna sala condena a pesar de contar con pruebas claras en su contra y un armamento propio de guerra de guerrillas?
Pues que seguimos divididos en dos realidades opuestas, además de los nacionalismos emergentes.