Submitted by jorge on Mon, 04/07/2016 - 06:51
Algunos presos que exigen sean atendidas sus peticiones en prisión, de la índole que sean, recurren como última opción a la Huelga de Hambre.
¿Logran con ello algo?
En la mayoría de los casos y en lo que respecta a España, ¡NO!
Conocimos el caso del etarra Bautista Barandalla, cuya salud en prisión fue deteriorándose con cada nueva Huelga de Hambre que organizaba y que desembocó finalmente en el padecimiento de la enfermedad del Crohn. Pues ni con esas logró algo, ya que con cada nuevo ataque de dicha enfermedad, lo trasladaban de la prisión al hospital hasta que, una vez pasada la crisis, lo devolvían a la cárcel mientras se consumía físicamente.
Las Huelgas solo sirvieron para deteriorarlo y enfermarlo de manera definitiva.
Otros, más hábiles y descarados, propagaban a los cuatro vientos que realizaban una Huelga de Hambre, no bajaban al comedor pero enviaban a un lacayo a comprar embutidos, quesos y otras viandas al economato del módulo, y comían a solas y sin testigos en la celda, como es el caso de Iñaki de Juana Chaos, que en 2006 se declaró en varias ocasiones en Huelga de Hambre, situación que no fue real en algunas de ellas, ya que contamos con los tiquetes de compras de alimentos a nombre de dicho preso en el economato del módulo de la prisión.
Hoy hablamos de la Huelga de Hambre iniciada por una conocida activista iraní de los Derechos Humanos, Narges Mohammadi, que lleva entrando y saliendo de prisiones iranís desde hace años y ahora, con una nueva condena a 16 años de reclusión por sus “actividades en defensa de los derechos de las minorías en Irán”, le impiden hablar telefónicamente con sus hijos de 10 años de edad, derecho que exige y que las autoridades iranís le prohíben.
De ahí que haya decidido tomar el camino de no probar alimentos, situación que le complicará otras dolencias que padece y que a no ser que la noticia se vuelva viral y cuente con un amplio apoyo internacional, no le servirá de mucho y sí puede complicarle la existencia a nivel físico.
Las HUELGAS DE HAMBRE carcelarias no rentan y merman la vida de las personas que las llevan a cabo.