Submitted by jorge on Thu, 29/10/2015 - 06:07
Es común encontrarnos con comentarios sobre las prisiones como jaulas de oro para delincuentes que no merecen trato humano alguno.
De igual manera es habitual escuchar habladurías sobre personas indigentes que delinquen con el único fin de encontrar en la cárcel un cómodo refugio con comida y cama, lo cual provoca entre los ciudadanos una errónea visión de lo que es una prisión y su régimen interno.
Nadie que no haya pisado un patio taleguero percibe ni de lejos lo que es la vida en un módulo de la cárcel.
Y es que los centros penitenciarios actuales son el resultado de la transformación de los antiguos métodos de reclusión modernizados con las prisiones de la primera era industrial, ya que con la llegada masiva de los campesinos a las urbes de finales del XVIII en busca de trabajo en la recién aparecida revolución industrial, muchos de ellos por desidia, por falta de mano de obra o por enfermedad, permanecían hacinados en ghettos sin oficio ni beneficio.
Fue entonces cuando los gobiernos crearon las casas de trabajo y/o correccionales -Workhouses-, donde hombres y mujeres “de mala vida” y retirados de manera forzosa de las calles, son internados en dichos centros y obligados a realizar trabajos industriales a cambio de comida y cama.
Un método de control, la reclusión, utilizada por las diversas Administraciones para vigilar la marginalidad y que disfrazan con un carácter punitivo y, con posterioridad y a fin de darle un punto más social, también resocializador y reinsertador, nunca llegó a funcionar como tal y los reclusos salían y salen en libertad aún más excluidos socialmente que cuando entraron a prisión.
Y para terminar, explicar a los desconocedores del mundo penitenciario que, detrás de esa aparente cortina de oro, la prisión desenraiza, la monotonía enloquece, la falta absoluta de poder decidir desestabiliza, la carencia de medios económicos humilla, la escasez de trabajo deshabitúa, y, por por fin, la falta de cariño y contacto familiar endurece.
El que siga opinando que en la cárcel se vive bien, que delinca y lo experimente en carne propia.