Aún no alcanzamos a comprender, porque en los países denominados desarrollados –será por su situación económica, que no social ni relativa a los sentimientos- a los ancianos se les trata como ciudadanos de tercera.

Se da por hecho, que por internar a una persona mayor en una residencia de la tercera edad se ha aplacado ese cargo de conciencia propio de los que abandonan a los seres que ya han cumplido, supuestamente, su cometido en la vida. ¡Pues no!

Las culturas primitivas y los mal llamados países del tercer mundo, mantienen en sus hogares a los ancianos hasta que mueren, disfrutando de su sabiduría, experiencia y compañía, así como a otros familiares tales como tíos, primos, etc.

Pero nosotros, no, y no solamente los enviamos a los asilos, sino que para más inri, les robamos los ahorros de su vida y dejamos que los alimenten de manera deficiente y maltraten, sin entrar en otros detalles similares.

Esperemos que la conciencia de algunos despierte después de leer estas líneas, y que el juez de instrucción de buena cuenta de esos directores de las residencias geriátricas, ladrones y desalmados, que mantienen a los mayores en condiciones indignas.

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