Mientras, la vida continuaba y Robustiano seguía creciendo en edad y negocios, poco en lo que al físico se refiere. Su estatura apenas incrementaba centímetros a su ya formado cuerpo de adulto joven. En cambio, sus músculos, caja torácica y demás se ensanchaban a ojos vista. Las pesas de los gimnasios, los anabolizantes y las vitaminas que traía en frascos descomunales de los Estates, dieron forma a su cuerpo de tapón, quizás en exceso. Sin embargo y, por más que se lo proponía, sus piernas, a pesar de tirar kilos y más kilos en tardes interminables junto a sus compis de gimnasio, no adquirían el volumen deseado. Tampoco importaba mucho. Las titis que se levantaba en las discotecas que frecuentaba al volante de su Porsche Carrera turbo, no miraban sus piernas, quizás algo sus brazos y pecho, pero sí con descaro su cartera y las papelas que les obsequiaba en los servicios de esos lugares. Eso provocaba que todas las madrugadas de fines de semana cargara con dos o tres pájaras en su flamante buga rojo y las llevara, colocadas y con narices destempladas, a un apartado apartamento de soltero oculto a los ojos de su madre y hermanos.
Consultas Jurídicas / Abogado Penalista
807 40 55 40
de lunes a viernes de 16 a 20h