Había mantenido una larga relación con un amigo del barrio que terminó en guerra de guerrillas cuando ella descubrió que su chico se había tirado a una compañera del gimnasio. Sufrió lo indecible. Había sido su primer amor y sentía la traición como un mal generalizado entre los miembros del género masculino. Esto motivó que su carácter se tornara prudente y áspero con los hombres que a partir de ese momento se cruzaron en su camino, máxime, cuando encontraba a un elemento con las características de depredador como las que cargaba Robustiano.
Al cabo de varias semanas de acoso entre barras, poleas y pesas, las defensas de la joven fueron cediendo hasta aceptar las copas tantas veces ofrecidas y otras tantas rechazadas. De ahí a las citas casi a diario fue cuestión de días y así una noche, y a instancias de ella, Robus pudo saborear el éxito deseado.
Fue de madrugada cerrada y a la salida de uno de sus habituales garitos de música y baile, cuando ella le insinuó como quien no quiere la cosa: