Submitted by jorge on Mon, 13/09/2010 - 08:23
Así fue como adquirió una cadena de gimnasios, que su mujer, Paz, administraba con la sabiduría de la práctica y vistas de lince. Paz, al igual que él, era de cuerpo moldeado a base de tirar kilos, pero kilos de los de muchos. Su figura esbelta y musculada, había cautivado desde un primer momento al Robus, además de su seriedad y la facilidad con la que se quitaba de encima a los moscones de mucha fibra y poca mente. Por ello, dirigía los gimnasios con conocimiento de causa de por donde se escurrían los dineros y del como se encumbraba un lugar.
A diferencia de ella, el pobre Robus no había pasado de moldearse algo los pectorales y espaldas, ya que de cintura para abajo, además de canijo y ahora cojo, su piernecilla huérfana mostraba escaso musculín y era corta por naturaleza. Pero su mente se mantenía clarividente en todo a los que a negocios filibusteros se refería, por lo que junto a Paz y su halo de seriedad y legalidad, conformaban un excelente equipo. Además de los gimnasios, se habían hecho con una clínica dental, otra de cirugía plástica y toda una serie de negocios y empresas que pretendían dar un revoque de blancura a su nombre, y todo ello, asesorados y apoyados por su hombre de confianza y testaferro de todo lo que se manejaba: su abogado, Roque.