Submitted by jorge on Mon, 27/09/2010 - 08:21
Por fin, y desde que habían partido de España, Paz se encontraba a sus anchas en un lugar. El apartamento hedía a lujo, la zona era maravillosa e inundada de una vegetación caníbal, y no les faltaba de nada. Contaban con servicio de esos de levantar la pestaña y acudir, vehículo con chofer permanente a la puerta y toda la seguridad que rodeaba el edificio, entre otras, una patrulla de la policía anclada en un lateral de la urbanización. Al nene lo escolarizaron de inmediato, en mitad del curso y en el considerado mejor colegio de la ciudad. Una llamada del abogado del Mono al director del centro, le abrió la puerta magna a la cultura. Paz se inscribió en un gimnasio de ensueño de la mano de Patricia, la pareja, su tercera, del colombiano.