Si con anterioridad parte de la marimba llegaba de la Sierra Nevada de Santa Marta, en la tremenda costa caribe, y de otras plantaciones de difícil acceso, y sus camiones la transportaban al interior del país en sus regresos, ahora el itinerario transmutaba: los fletes ilegales salían de Antioquia hacia la costa norteña, y los retornos del Caribe se tornaron limpios y con mercancías legales; el orden se había invertido. El motivo era sencillo y el viejo Vallejo lo captó de inmediato.
Durante la primera etapa de producción de la cocaína, la pasta base se importaba a Colombia desde Bolivia y Perú, y en la zona de Antioquia se instalaron los primeros laboratorios para convertir esa base en clorhidrato de coca, es decir, perico puro y duro. Más adelante, esos laboratorios, y dada la persecución que el Gobierno colombiano con ayuda de los satélites norteamericanos llevaron a cabo contra los narcotraficantes y sus laboratorios, se comenzaron a construir en la selva y los Llanos Orientales de Colombia.
Así, los camiones de Vallejo recogían los bultos de la perica ya procesada directamente de las cocinas paisas y los distribuían por el interior del país y la costa, allá donde sus clientes precisaban. Los beneficios del transporte de esta merca triplicaban al de la marihuana en sus mejores tiempos. En este caso, el viejo también comenzó como mero transportista, participando poco a poco y a medida que iba conociendo el negocio, con sus pequeñas aportaciones de producto que el vendía por su cuenta.