-Oiga, Paz, mire a ese vergajo, sí, el de allá, el buen mozo de la esquina, ese que no le quita el ojo. ¿Lo vio, mijita? –le comentó la colombiana señalando al otro lado del gimnasio con una mueca característica de labios.
-Mmh, no sé qué me dices, Patricia –le responde girando la cabeza hacia su interlocutora.
-Pues nada, mijita, que en este gimnasio, que como usted sabe es el más inn de la cuidad, puede levantarse al papito que quiera. Mire ese, esta buen mozo, ¡papasote!
A Paz toda este rollo la cogió desprevenida. No es que fuera la primera vez que viera a la mujer de Simón provocando al personal, pero sí que le hablara abiertamente de este tema. Claro, ella era algo introvertida, de pocas palabras y tardaba en hacer amigas. Por fin, Patricia, más lanzada y abierta, rompía las barreras entre ambas.
-Pues no me había fijado –le respondió mirando hacia la esquina, –pues no, no está mal, pero como se entere el Robus que estoy ligando con otro, no creo que le haga mucha gracia.
-No sea boba, mijita, no tiene porque enterarse. Yo…, -bajó el tono de la voz, miró a ambos lados y con expresión confidente le comentó, –tengo un romance con un papito de los más bueno, y nadie lo sabe. Sí se entera el Mono me jode, aunque yo sé que él también ha tenido sus vainas con pelaítas.
Paz se la quedó mirando con expresión anonadada.
-¿Qué tú estás liada con un hombre?, ¿y tu marido no lo sabe? No me lo puedo creer, qué sorpresa. Pero…, pero…,¿cuánto tiempo llevas con él?