-¡Se me callan ya, chito! Dejen de güevonear y vamos a la vaina. A ver, Mono, si su amigo ha sido buen cliente, es un man serio, usted lo tiene encaletado en casa y apuesta por él, qué verga nos importa en que meta sus narices por donde nosotros queramos que las meta. De está manera tenemos un aliado y cuando regrese a España, un cliente que nos será fiel porque piensa que conoce y controla el negocio desde la base. Eso sí, cada paso que este vergajo de, hablo de pasos dentro del Negocio, lo hará acompañado de “Machete” y solo él responderá a sus pregunticas. Nadie más. ¿Me han entendido, pelaos? –terminó de manifestar el Patriarca, sin apenas opción al desacuerdo o al regateo.
Todos asintieron, por convencimiento unos, por respeto otros, pero todos acataron a pies juntillas la decisión del jefe. Además, si algo salía mal, ninguno de los jóvenes cargaría con la responsabilidad, y eso, en este gremio y esta familia, era quitarse una gran losa de encima.
Así se lo hizo saber Simón a Robus.
-Pues, sí, hermano, el viejo ha dicho que adelante, lo cual me sorprende, pero…, si él está de acuerdo, pá lante, brother.
-De a buten, tío. Pues entonces empezamos, ¿no? –dijo el Robus frotándose las manos.
-Sí, cuando quiera. A ver, dígame, ¿qué es lo que quiere ver o conocer primero?
-Mira, tío, no conozco las cocinas que utilizáis aquí, he trabajado poco con la base boliviana o peruana y no tengo ni zorra como se extrae esta mierda de los productos… duros, no, eh…
-Sólidos –remarcó Simón.