Se desplazaba uno tras del otro, marcando la estela el carro en el que Patricia se encontraba, el capitaneado por el mal hablado, por el que aparentaba llevar el mando de ese grupo de… Quedó aún más dubitativa de lo que ya estaba.
La paisa no podía afirmar a ciencia cierta en manos de que tipo de delincuentes habían caído, aunque trataba de dilucidar a oscuras, de qué o quién se podía tratar. Bueno, en primer lugar…, quizá fueran delincuentes comunes en busca de un billetico, un secuestro de estos que ahora se llamaban express; un par de días, y ala, una vez pagado el secuestro, te soltaban. También podía tratarse de unos…, uffff, de unos traquetos que tengan alguna cuenta pendiente con la familia de Simón, algún ajuste de cuentas. Uyyy, entonces me puedo dar por muerta, porque esa gente no perdona.
Ella no era una güevona, y siempre había presentido que la familia de su esposo no solo se dedicaba a los bisinis sanos, sino que además algo maluco se traían entre manos, aunque nunca se hubiera comentado en la casa. ¿Y si fuera esto?..., jodidas estamos, volvió a meditar. Y por último, que sea una fracción de la guerrilla, de las FARC o quizás paramilitares…; en este caso, la vaina iría para largo. Acabaríamos en la selva, pasarían los meses, los años, tendríamos chinitos de algún guerrillero chandoso…, no, no, qué horror, qué vaina, prefiero no pensarlo.
Así se encontraba Patricia, pensativa y tiritona debido a las ideas malucas que mascaba, mientras los carros seguían su camino sin visos de detener su marcha.