Submitted by jorge on Mon, 15/11/2010 - 07:14
Simón ojeó distraído su Bulgari de pulsera.
-Estas mujeres están demorando. Ya son las once y nada que aparecen. Será qué…
-Pero, Mono, si apenas son las once, joder. Déjalas que disfruten cenando con sus amigas. Para lo poco que salen –interrumpió Robus.
-Ya, ya, pero en Colombia las once de la noche es tardecico. Ya deberían de haber regresado o telefoneado. Voy a llamar –respondió Simón.
Marcó el móvil de Patricia pero saltó el contestador de los huevos.
-Llame usted a Paz, Robus, que el de Pati esta desconectado. No me gusta esta vaina. Mire a ver, no vaya a ser que algo les haya ocurrido.
Robustiano marcó desde el suyo. Sonó la señal de conexión.
-Este sí, Mono, el de Paz funciona. A ver que nos dice -comentaba el español ladeando la cara y sin dejar de escuchar el móvil.
Pero nada les dijo porque se vio imposibilitada de contestar la llamada. Les habían jalado los bolsos nada más reducirlas y cacheado el cuerpo posteriormente a fondo; poco les dejaron encima, más bien, nada.
-Hermanos, esta vaina no me gusta ni un poco. Porque nuestras mujeres siempre cargan con los celulares, y siempre responden, aunque estuvieran culiando, ¡carajo! -soltó el Mono entre risas y preocupación.