Al mes de esta entrevista el niño había doblado las ventas de Beto, pagado gran parte de la mercancía y solicitado nuevas cantidades.
La marabunta infantil que recorría las esquinas no pasó inadvertida a los ojos experimentados del Beto. Había perdido más clientela, territorio a fin de cuentas y antes de entrar en una guerra, tenía que recabar el apoyo del jefe.
Fue a verlo. Una vez acomodado frente a él, comenzó con sus lamentaciones.
-Mire, don Braulio, en el barrio hay un hijoputilla que lleva tiempo haciendo sus trapis, a pequeña escala, insignificante, pero de un tiempo a esta parte el muy cabrón se me está colando en mis calles y mis clientes y eso... no lo voy a consentir. Tiene merca de calidad y a buen precio. No sé de dónde coño la sacará el niño mierda ese... El caso es que hace un par de semanas mis hombres le dieron un meneo a unos de sus niños de teta. Pues no sólo no se ha retirado acojonado, sino que ha aumentado la venta, ha pillado más merca y tiene a todos sus cabroncetes merodeando mi zona. Venía a pedirle un par de hombres. Junto a los dos míos, acabaríamos con esa pandilla de mariconcetes y…
-Un momento, Beto. Me parece bien que no permitas que te birlen el territorio, pero lo que tengas que hacer, hazlo con tu gente. A los míos los tengo ocupaos en unos problemillas con los gitanos del Pozo, esa familia Jiménez de los cojones, y no puedo prescindir de ninguno. Búscate la vida -dijo apretando las manos frente a él.