Submitted by jorge on Thu, 12/08/2010 - 08:13
Se conocieron en el negocio de ella.
Él era grueso, de pelo lacio, ojos azulados y de una sonrisa fácil. Clásico en el vestir, usaba pantalón de pinza, camisa, terno y mocasines de la casa Castellanos. Cambiaba a diario de reloj y tenía una colección de varias docenas de marcas más que conocidas “made” en los cantones suizos. Conducía un Mercedes de enorme potencia y lo hacía lavar todos los días: no soportaba las motas de polvo en la carrocería ni las manchas de refresco en el tapizado.
Ella, la dueña del negocio, era esbelta, de espesa cabellera castaña, pomposo trasero, pechos a la medida y ojos acafetados. Alegre en su forma de ser y de vestir, manifestaba una liberalidad que, sin embargo, sólo aplicaba a su vida personal, no a la de quienes la rodeaban.
Cada cual cargaba con un matrimonio a sus espaldas.