Submitted by jorge on Thu, 31/01/2019 - 06:43
En la Colombia de la década de los 80 y 90, este tipo de “suicidios” estaban a la orden del día: o te tirabas o te tiraban, aunque lo más común es que te quebraran con un tiro descerrajado por cualquier niñato aún púber, esos que llamaban sicarios y que se bautizaban en la religión de la Muerte a edad temprana.
Se trataba de ajustes de cuenta, robos de mercancía (droga) y guerras entre los diferentes cárteles que operaban en ese país.
Después, entrado el nuevo siglo, esa operativa se trasladó a Méjico, donde aún continúa aunque algo más controlada por el Gobierno.
Y ahora, desde hace un par de años, la zona de Cádiz, específicamente, la de Algeciras y alrededores, se ha visto tomada por bandas de narcotraficantes que controlan el flujo de Hachís entre el norte de África y la Península, bandas que han acumulado verdaderas fortunas y que organizan guerras entre ellas, robos de mercancía, ajustes de cuenta e intervenciones policiales.
Lo que ocurre es que los sicarios o pistoleros de estos grupos aún no dominan el difícil arte de la Muerte y, en lugar de suicidar o quebrar a alguien con limpieza y estilo, llevan a cabo una chapuza que, con posterioridad y un análisis forense en condiciones, destapa el origen del crimen.
En la Línea de la Concepción encontraron hace unos días el cadáver de un hombre de 50 años que, supuestamente, se había proyectado desde su piso ubicado en la planta 13 del edificio.
No obstante, al realizar un examen más exhaustivo del cuerpo, la Policía encontró huellas en sus brazos surgidas a raíz de haberse resistido a una agresión, así como la posición del cuerpo que no era la propia de haber saltado por iniciativa propia sino de haber sido arrojado al vacío.
Asimismo, hallaron en su vivienda -vivienda con amplias vistas y de fácil control visual de la bahía de Algeciras y la zona de descarga de poniente-, equipos de vigilancia y control (prismáticos de largo alcance, varios teléfonos móviles, báscula de precisión, etc.), lo que indujo a pensar que se trataba de un agente de vigilancia que vendía su información a diversos clanes del narcotráfico y que, posiblemente, debido a una operación mal controlada, provocó la irrupción de los sicarios en su vivienda y su lanzamiento por la ventana.
Realizaron tan mal su trabajo, entre otras, por no limpiar la vivienda de los equipos de vigilancia, por dejar marcas en el cuerpo de la víctima y por lanzarlo como saco de patatas, que los agentes unieron cabos y detuvieron a dos traficantes de 31 y 37 años y los pusieron a disposición judicial por asesinato.
La víctima y los asesinos contaban con antecedentes penales por narcotráfico.
En Cádiz se mueven grandes grupos dedicados al narcotráfico, pero carecen de la profesionalidad de sus similares de allende los mares.
