Submitted by jorge on Fri, 09/02/2018 - 06:43
Nos topamos con un artículo del diario el País que trata de la delincuencia en el medio rural, esa que opera de una manera diferente y más cercana a la urbana.
Suele tratarse de una delincuencia de cacos conocidos por todos, que desde pequeños apuntaban maneras pero que en la mayoría de las ocasiones no pasan de eso en su edad adulta, de los robos en casas vacías, en algunos locales y el trapicheo a pequeña escala de drogas.
Con el tiempo, algunos de ellos han organizado grupos que centran su actividad en los robos a mayor escala, pero sin salirse del entorno del campo, diferenciando el botín de acuerdo a las siguientes "líneas de trabajo":
• Robo de cable de cobre, de equipos de bombeo, de generadores eléctricos móviles, de equipos de labranza pequeños y medianos y, en ocasiones, de retroexcavadores, tractores y vehículos varios.
• Robos parciales en plantaciones, de cosechas enteras, de animales de granja, etc.
• Robos en naves industriales, locales de hostelería e iglesias.
Estas últimas bandas operan desde hace algunas décadas y, aunque parte de ellas están compuestas por cacos locales, otras lo están por grupos de ladrones llegados de las ciudades o del extranjero.
Los de siempre, los rateros de pueblo, siguen compartiendo bar y copas con los vecinos y aunque sea vox populi su profesión y hayan pasado por la comisaria, sus coterráneos los tratan como conocidos que son. Otra cosa es la Policía y la Guardia civil, por cuyos calabozos y cuartelillos han pasado la mayoría y en reiteradas ocasiones, saliendo de ellos con un rapapolvos o con una citación a un juicio rápido.
No obstante, no todos terminan con sus huesos en prisión y siguen viviendo en su zona “buscándose la vida”, fumando sus canutos y despistando lo que pueden para ir sobreviviendo.