Submitted by jorge on Tue, 19/07/2016 - 06:51
Es inhumano y demencial, que a un ser humano que cometió UN asesinato durante una noche de borrachera en 1982, y después de permanecer 34 años en un corredor de la Muerte –que equivale a estar muerto en vida-, ahora le apliquen la inyección letal.
Se trata de un sinsentido y propio de Estados del centro y sur de los Estados Unidos, anclados en el pasado y con una población de mentalidad poco flexible y muy anquilosada.
El Estado de Georgia, en los Estados Unidos, es el que más penas de Muerte ha realizado desde que ésta se reinstauró en 1976, y en lo que va de año 1976 ya contabilizan 6, al igual que el de Texas, que le va pisando los talones en esto de aplicar a la ligera la Pena de Muerte.
Pero el caso es que John Wayne Connor, de 60 años, padecía una discapacidad psíquica que demostraron sus abogados, además de argumentar que “ejecutarlo después de 34 años en la fila de la muerte era un castigo cruel e inconstitucional y equivalía a cosa juzgada, recibiendo varios castigos por la misma ofensa”.
De nada ha servido: la Ley en los Estados Unidos se cumple (para algunos, claro está) y no caben las dispensas, ni las enfermedades psíquicas, ni los atenuantes, ni los eximentes: se ejecuta -como se ha hecho-, y listo.
Parece que en este aspecto mantienen una mentalidad propia de siglos pasados.