Submitted by jorge on Wed, 19/10/2016 - 06:48
Parece mentira que en pleno siglo XXI y en un país que para muchos ha sido paradigma de crecimiento económico y social, en algunos apartados tengan un funcionamiento tan arcaico.
Que en una prisión brasileira se pueda organizar un motín en el que sean asesinadas 25 personas, es más propio de un penal de la posguerra que de un centro penitenciario actual.
Y lo que más llama la atención es la manera en que se asesinaron los propios reclusos pertenecientes a dos bandas rivales de narcotraficantes: 7 murieron degollados y otros seis quemados vivos, mientras mantuvieron a 100 familiares como rehenes, aunque las armas con que contaron fueran tan solo cuchillos y palos de madera punzantes.
Analizando la situación desde una perspectiva más amplia, no nos extraña que ocurran estos hechos en las prisiones de un país con algo más de 200 millones de habitantes y una población reclusa de casi 700.000 individuos -uno de los de más población penitenciaria del planeta-, y donde las prisiones están sobresaturadas y mal administradas.
Lo que si nos extraña, es que ocurriendo de continuo situaciones análogas en sus diversas prisiones, no construyan otras o inviertan más en proyectos de reinserción, educación infantil y juvenil y, finalmente, en modernizar la Justicia.