Sí, soy un machaca, un puto machaca, aunque no imaginé que caería tan bajo. Hombre, no es que en la calle fuera un líder o un tipo con dos cojones, no, pero me manejaba bien con la peña del barrio, caía simpático y hasta ligaba de vez en cuando.
No llegué a terminar el colegio. A los dieciséis me piraba de clase con mis compas de aventuras y nos íbamos a jugar al billar de la esquina. Mis viejos no se pispaban, ya que ambos trabajaban todo el día, mi padre de mecánico en la Renault y mi madre de oficinista en uno de esos garitos que mueven los cuartos, esos que se llaman financiegos o algo así. Mi hermana Pepa, un año menor que yo, si le da en cambio a las mates y todo eso del cole. Es muy aplicada y seria y solo sale con sus amigas; los chicos aún no le molan, dice. A mí en cambio las pibas me ponen. Y por culpa de eso me encuentro aquí, en el talego y de machaca del Julián.