Submitted by jorge on Wed, 20/02/2019 - 06:43
Cuando hace algunos decenios, aún en pleno siglo XX, un padre zurraba a los hijos y, de cuando en cuando, también soltaba un mandoble a la madre, todos lloraban, sufrían, pero callaban y, aunque no lo hicieran, sí algún miembro de esa familia se le ocurría ir a Comisaría a denunciar las palizas de papá, en la misma Comisaría lo enviaban de regreso a casa, cabizbajo y aun oyendo los comentarios jocosos de los agentes de la Policía, “algo habrás hecho”, “seguro que os los merecíais” o frases similares.
Esto se acabó.
Hoy en día esto solo ocurre en algunas familias tradicionales, marginales, sin apenas recursos o dependientes del sueldo del cabeza de familia, pero en muchos hogares este maltrato ya no se permite y se denuncia, y si no son los familiares los que lo hacen, algún vecino se encargará de llamar a la Policía si escucha gritos o golpes.
En el caso que nos ocupa, el maltratador familiar no era otro que un político -esos que deben dar ejemplo más que nadie con y en su vida privada- llamado Luis Irzo, exconcejal del PP en Huesca y al que se le ha condenado a 7 años y 4 días por Vejaciones y Malos tratos a su mujer y 3 hijos durante años, aunque aplicándole la Ley de la “Triple de la Mayor”, la condena le quedará en 5 años y 3 meses de prisión.
El Juzgado de los Penal 1 de Huesca decidió, al aplicarle la condena, eludir unos beneficios contemplados en una reforma del Código Penal realizada en época de Alberto Ruiz Gallardón, por lo que hubiera podido evitar la cárcel, aplicándole en este caso la condena anteriormente mencionada por 4 delitos de Violencia Domestica habitual, 60 días de trabajos en favor de la Comunidad en lugar de 4 meses de prisión, 1 infracción por Injurias, la prohibición de acercarse o contactar a menos de 200 metros con sus hijos durante los 4 años siguientes a su liberación y retirarle la Patria Potestad de los hijos durante otros 5 años.
Tal y como valora el Juez, “el sufrimiento por parte de los hijos de episodios de violencia familiar supone una experiencia traumática que destruye las bases de su seguridad al exponerlos a sentimientos de miedo, angustia e inseguridad que afectan al desarrollo de su personalidad”.
Parece ser que el exconcejal perdía de continuo los estribos, pegaba a los niños, los obligaba a comer metiéndoles la cara en el plato, agrediendo de manera similar a la mujer en muchas ocasiones en presencia de los niños y otras tantas variaciones de agresión.
Y si ella no denunció y calló durante años fue por vergüenza y por pensar que nadie la iba a creer, sabiendo el buen nombre público del que el marido disfrutaba.
Creemos que es una sentencia ajustada a los hechos ocurridos -quizás le hubiéramos condenado a más tiempo con Trabajos en Favor de la Comunidad en algún centro de menores-, pero en resumidas cuentas, esta sentencia sentará un precedente a los padres y maridos maltratadores que antes eran, tan solo, padres educadores.