El fichero F.I.E.S. , un fichero que se sacaron de la manga a principios de los 90 para realizar un control mayor a cierto tipo de internos. Fue declarado inconstitucional en el año 1996, y a pesar de ello, seguía aplicándose en toda su extensión. Se dividía en cinco categorías diferentes, según delito cometido y peligrosidad. Los mismos funcionarios ridiculizaban en la mayoría de los casos su utilización, pero la política era la política y en su día captó votos.
Compré a uno de los tantos indigentes que pululaban por el patio su chabolo. Él tomó mis cartones de dineros de mentiras y con ello se compró una papela. Con la papela de caballo en mano, convenció a otro compi para compartir celda. Yo, por mi parte, podía vivir de nuevo solo y dedicarme sin ruidos de telenovelas y otros a estudiar y leer. Mis compañeros de celda y penas de los últimos años habían sido de excelente compañía, no obstante, la soledad en un habitáculo tan reducido siempre era de agradecer.
No todos, sin embargo, deseaban esa soledad cautiva. Muchos necesitaban de un compi de penurias o en algunos casos, de algo más que eso. Ese era el caso de él, ella, bién, de Cristina.
La puerta entreabierta de mi celda me dejó vislumbrar sus piernas con dificultad, debido a la cortina de la ducha que a modo de entrada de tienda bereber había colocado al frente. Ese sistema decorativo no era del agrado de los funcionarios, pero entendían. Esa pobre, rodeada de tanto macho insaciable, debía cuidar su reputación. Miró por el lateral de la cortina, sabedora de ser observada, clavando sus ojos en mí. Aguanté su mirada. De repente, una figura de greñas mal teñidas surcó por delante de mi campo visual para penetrar veloz en la celda de ella. Ambos desaparecieron en el hueco de la ducha.