Todas estas influencias, buenas, menos buenas y tremendas, irían forjando el carácter de la niña. A la vez que ella crecía en estos ambientes, sus hermanos tomaban sus rumbos para siempre. El mayor, Raúl, estudiante de filosofía en la Universidad de Antioquia, se alistó en las filas del grupo guerrillero M-19 de la mano de Jaime Batemán Cayón. El segundo, Carlos José y por motivos de vecindad, comenzó a trabajar junto a un emergente y sanguinario Pablo Escobar, el Patrón. Trapicheaba perica del Patrón por el barrio y la ciudad de Medellín, mientras Pablo se independizaba a golpe de fierros y tiroteos de muertes rápidas. Necesitaba de Carlos José para alcanzar el nuevo estatus convirtiéndolo en su mano derecha y hombre de confianza. Esto había llevado a Carlos José a varios enfrentamientos por cobros de dudosa recuperación y a bautizarse temprano con dos cicatrices de balas asesinas.
Laura, a sus trece primaveras, perdió su virginidad a manos del amigo y colaborador de Carlos José, Miguel Giraldo, mayor que ella y a quien idealizaba desde temprana edad. No era de las primeras del barrio en ser desfloradas a esas edades, pero su experiencia fue agradable y condujo a una relación que se alargó en los tiempos, pero siempre a espaldas de Carlos José; no lo hubiera aceptado.
Raúl por su lado y gracias a su preparación universitaria e ideológica había escalado en importancia dentro del grupo guerrillero. Se encontraba entre los que propugnaban una pronta solución pacífica y negociada con el gobierno de Colombia. Habían dado los pasos pertinentes a tal fin, tendiendo ya los primeros puentes con interlocutores validos.
Así, de manera gradual, se llegó a un acuerdo de paz entre el gobierno del presidente Belisario Betancur y el M-19 de Carlos Pizarro y Antonio Navarro Wolf. Los cabecillas del disuelto grupo se exiliaron en su mayoría, entre ellos Raúl, que tomó Madrid como ciudad de acogida. Otros no corrieron la misma suerte. El padrino de Raúl, Jaime Batemán y Carlos Pizarro murieron en circunstancias diferentes, sin degustar el fruto de su labor.