Ya se han calmado los vientos revueltos del Aurelio y el módulo 3. Como ya dije, en el 4 las cosas se desarrollan con tranquilidad, aunque…
Como en cada casa, ésta tiene su problema y el problema se llama Pablo. Es un skin, nazi, cabeza rapada, un buey y un hijo de puta para más inri. Está condenado por dos homicidios cometidos a la salida del campo de futbol del Atlético de Madrid, y altera la tranquilidad del módulo a diario, siempre por algún capricho o por un quítame de ahí esas pajas.
Comparte chabolo con el Venancio, otro skin, también nazi, cabeza rapada, sin embargo, es un canijillo y una buena persona. También está acusado de un homicidio, aunque los chismorreos de verduleras de estas casas aseguran que él no lo hizo, que se comió el marrón por algo que ejecutó el jefe de su banda skin; pero como él era el canijo... Veinticuatro añitos que le han caído al nene por el afán de compañerismo.
El caso es que el Pablo, además de joder al personal del patio, tiene frito a su compañero de chabolo. Lo pone a fregar la celda, ordenarla, hacer las camas y por las noches, cuando el aguijón de la carne lo desvela después de la sesión porno de la tele, no se le ocurre mejor idea que cascarse una manola y poner perdido con esa lluvia de sensaciones al canijillo de la litera de abajo. Y si protesta, le soba el hocico sin ningún miramiento.
El pobre Venancio no sabe cómo deshacerse de su compi kie, pero el código de honor skin se lo prohíbe. Y si ese código no fuera suficiente, en cada ocasión en que el peque hace ademán de abandono o cambio de celda, el otro le trae a la memoria con una samanta de palos, las leyes que rigen su organización.