Consultas Jurídicas / Abogado Penalista
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-Vamos a secuestrar a este boludo y nos volvemos con ese billete a nuestra Buenos Aires querida.
-Al comienso no la creí, pero cuando vi que iba en serio… Lo hisimos. Lo seguimos varios días para saber cómo se movía y cuando ya lo ubicamos bien, sas, dimos el golpe. Lo escondimos de noche en casa, eso sí, inconsiente y bien amarrado en el sótano. Entonses llamamos a la familia y les pedimos un rescate.
Mi vista oscila de un extremo a otro de su ancha jeta, sin saber si mantener su mirada o bajarla, acojonado ante lo que veo y escucho de este loco.
-Mirá, pibe, el joyero se puso tan latoso, que le quitamos las cuerdas y lo dejamos suelto en el sótano. Pero entonces le dio por golpear y gritar como loco al muy tarado, che y tuve que bajar a tranquilisarlo. Siempre cargaba mi machete de combate y en esta ocasión también. Fijáte, que cuando abro la puerta machete en mano el muy boludo me comiensa a gritar, a insultar, a llamarme enano, yo, enano, a mí y eso, pibe, me hiso perder el control. Salté hasta donde él estaba y desde abajo lo agarré con está, mientras con la otra le rebanaba el pescueso, sas, sas, así- y otra vez me eriza los pelos del cuerpo viendo ese movimiento rápido y entrenado.
-Pero si lo mataste, ¿cómo cobraste el rescate?- pregunté ingenuo.
-Sos un boludo, pibe; no lo cobre. Ni una chapa cobre. Mi mujer se enfadó, me gritó y me cargó con toda la culpa del fracaso. Entonses yo, para tranquilisarla, le dije que lo haríamos pedasitos y lo botariamos en algún lugar y después cobraríamos el rescate. La familia no sabría si estaba muerto o no cuando nos pagasen. Estuvo de acuerdo.
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