Lo que sí tiene claro es que al colombiano le va a sobar el hocico cuando regrese al módulo, por bocas. Que sí, que sí, que se lo va a sobar para que el menda se pispe, que en el talego no se larga de lo que se habla en privado con los compis. Por su culpa la piba se le ha rebotado y se va a quedar sin echarle un polvo en el vis-vis que tenían solicitado para dentro de quince días.
Y salta de pensamiento en pensamiento y al final se va calmando. En la soledad de su celda desangelada comienza a recordar el vis-vis anterior. Recuerda cuando se sentaron en la cama, cuando comenzaron a tocarse y a besarse, cuando habían conseguido sobreponerse a la dificultad del primer momento y cuando se encendieron, en el preciso instante en el que la llave golpeó con un sonido metálico la puerta y les jodió todo el invento.
Lo recuerda, y esa remembranza lo aísla del entorno adverso en el que se encuentra. Y su animal, ese que carga en la pernera de su pantalón, comienza a adquirir volumen, a presionar, a buscar la salida por el lugar que encuentre. Y lo encuentra, ya que el Filetes ha perdido el contacto con la realidad ayudado por sus recuerdos, mientras su diestra actúa por voluntad propia, primero deslizando la cremallera de sus vaqueros hacia abajo, para después introducirla en sus gayumbos y extraer, con cierta dificultad, su miembro convertido al contacto con la libertad, en animalón. Tampoco es consciente del movimiento ascendente y descendente que él mismo proporciona a su amigo, llevado, ya no por los recuerdos, sino por las elucubraciones de lo que hubiera podido ser de haber durado la comunicación una hora más, ni siquiera, con media hubiera sido suficiente.
La velocidad de su muñeca aumenta, mientras esa película de lo que pudo ser sigue su curso, sin propaganda ni interrupciones. Ve a Elisabeth María libre de ropas y telas, y el montándola como un fauno en celo por la retaguardia. Ella arrodillada y al borde de la cama, con los pies sobresaliendo del colchón, mientras el, de pie, estampa su cuerpo contra las nalgas de ella con ese sonido tan característico de la carne chocando entre sí.