Con esta disculpa, que más parece amenaza, pero que Anselmo, sabedor de los modos de siempre, recibe como lo que es y en presencia de un testigo, el tema queda zanjado. En estas casas es preferible terminar de manera rápida con las pendencias que de otro modo se enquistan y nunca se dan por finiquitadas, a no ser que el traslado, la libertad o el salir con los pies por delante de alguno de los contendientes lo haga.
El Filetes recibe la noticia con un asentimiento propio de quien conoce los percales de patio. Coincide con el Anselmo en mirar hacia otro lado y seguir con la vida ya de por si complicada del día a día; todos entierran sus armas de guerra.
Elisabeth María regresó hace ya días a su destino de Economato. Presiente que algo ha tenido que ver el Filetes en esta decisión, aunque ni por asomo se imagina que su abogado, Fernando Pamos, haya sido el verdadero artífice de su readmisión en dicho destino. Y confundida como está, escribe al Filetes agradeciendo su intercesión con el jefe de servicios, conocedora ella de la amistad de su amor con uno de esos funcionarios; en realidad, amistad, lo que se dice amistad, no existe; sí una relación de intereses entre ambos. Pero no ha sido el jefe de servicios conocido del Filetes el que ha actuado, sino otro, el amigo del abogado, Armando; pero eso nadie lo sabe y con ello da comienzo a un guirigay de mensajes entre la colombiana y su Filetes.
Éste último responde a la carta que le envía su amada de manera extraña. Le dice que él no ha conversado con su jefe de servicios sobre nada que tenga que ver con el destino de ella; sí, que vio a don Ciriaco y le pidió que volviera a concederles los vis-vis y el curso, pero del destino de ella ni flowers. Le comenta, que más bien ella busque entre sus conocidos a ver quién se ha movido con algún funcionario pidiendo favores.