De los cacheos realizados esa tarde-noche, cinco internas dieron con sus huesos en aislamiento, se decomisaron un total de sesenta y una papelas de jaco y farlopa, una centena de pastis, muchas posturas de chocolate y una docena de armas, eso sin contar todos los pinchos que aparecieron a la mañana siguiente esparcidos por el patio, los que alcanzaron a proyectar algunas por la ventana cuando sorpresivamente se percataron del segundo cacheo. El módulo se quedó sin abastecimiento de la dura, y de la blanda igualmente.
Esta misma mañana comienzan las pesquisas entre las compis a fin de dar con la puta chivata que ha puesto en pie de guerra a la administración del centro. Ésta pagará con un buen escarmiento todo el circo de cacheos, revuelo y detenciones de la noche anterior.
Tardan unos días en deducir y sonsacar la información necesaria para encontrar a la culpable del desaguisado, pero al fin dan con ella. Se trata de una yonkarra apodada la Picos, por su inclinación natural a esas agujas para chutarse lo que te cuen por vena. Un grupo designado a tal efecto la engatusa con promesas de obsequiarle una dosis por la face al tigre del patio. Una vez dentro y apostadas las del agua a la entrada del mismo, la agarran entre cuatro en volandas, y mientras unas le introducen la cabeza en el tigre y accionan el dispositivo de descarga del agua, las otras le aplican la del pulpo en forma de una tremenda paliza amortiguada por una manta a fin de evitar los moratones. Cuando pierde el conocimiento por la falta de aire y los golpes, la abandonan en una esquina del lugar con un cartel que reza: “la perra chivata de las funcionarias”.
Nadie avisa, ninguna se da por enterada del hecho y solo su compañera de chabolo consigue reanimarla tras arduos intentos. Tras ello la saca a pasear por el patio, temblando y perdiendo el pie a cada paso. Todas la evitan, ni siquiera gastan su energía en dirigirle la mirada; se ha convertido en una paria dentro del lumperio del talego. Es una proscrita del sistema interno.
La noticia del tremendo correctivo recibido trasciende entre todas las compis del patio, no así a las funcionarias. El aviso a nuevos desmanes ha quedado marcado. De aquí en adelante cualquier informante ha de cuidarse; quizás del siguiente no salga para contarlo.