-Qué basto y burro es usted, mijito. Después van ustedes, chapetones, de grandes señores, de refinados, y nos llaman a nosotros sudacas, indios sin cultura… Pero no sé quién es el inculto, el basto y el ignorante. Y lo del caucho, no me lo pregunte a mí, ya que usted fue el que se lo puso y se lo quito; usted sabrá cómo se lo colocó, o si se rompió cuando hacia el salvaje. Piénselo, mijo, piénselo, porque yo ni de vainas sé lo que pasó.
El Filetes agacha la cabeza después de recibir esta retahíla de reproches. No ha tenido tiempo de asimilar la profundidad de sus aseveraciones, pero intuye que la colombiana no anda desencaminada. Y entonces recuerda el momento en que perdió el condón en su primer polvo, el momento en que su bicharraco dejó de serlo para convertirse en bichillo y el envoltorio se escurrió por la inercia del vacío y, el momento, en que recuperado el bichillo y retomando de nuevo su tamaño tremendo, descargó todo ese engendro de vida almacenada durante meses de castidad forzosa en un campo preparado para la siembra. Y ese campo cultivado espera ansioso su decisión de recolectarlo en el plazo de unos meses, recolección que este labriego urbano no está aún dispuesto a llevar a cabo.
El Filetes levanta la mirada y observa con vergüenza torera a la suramericana.
-No sé, quizás el condón se jodió en el primer vis a vis; no me acuerdo bien –miente reconociendo con su mirar el engaño –pero no creo que podamos tener un hijo ahora, en este hueco. Tía, creo que lo mejor es que hablemos con el médico a ver cómo te lo arreglan y te lo quitan, porque yo no…
-Mire, Filetes –comienza Elisabeth María a elevar el tono de voz y de piel –no sea hijueputa y marico y sea un varón. La jodimos, usted y yo juntos, y ahora tenemos que tener los guevos de tener ese pelaito o pelaita. Mi Dios prohíbe abortar y yo soy católica y no quiero cometer pecado mortal. Y usted también lo es y debe seguir las enseñanzas de Jesús, así que sea hombre y enfréntese a lo hecho. Y le aviso, si no quiere hacerse cargo de este problema, no solo no me volverá a ver jamás, sino que lo voy a denunciar ante el director y lo comentaré por todos los módulos, para que la gente sepa lo marico que es usted y…
-Shhhhh, tronca, para el carro, para el carro. A mi no me amenaza ni el putas, así que córtate un pelo. Y a mí lo de Dios y lo de Jesús y todas esas gilipolleces me la sudan…, y soy hombre sí tengo que serlo y ya está –se embravucona el Filetes ante las palabras hirientes y amenazas comprometidas que ella ha proferido.