Submitted by jorge on Thu, 16/09/2010 - 08:11
Llegaron de día y, a pesar de lo densa que era la gran urbe paulista, todo destilaba color, buen ambiente y alegría de verse lejos de la gran cacería que se había cernido sobre ellos en la capital española. Pero cuando la luz solar comenzó a decaer, cuando las horas los adentraba en la noche profunda de Sao Paulo, fue cuando las sensaciones comenzaron a cambiar. Lo percibieron a su llegada de cenar en casa de Joao, cuando el chofer los depositó frente a la entrada del hotel, en ese momento fue cuando apreciaron los primeros cambios notables.
Lo que a plena luz del día creaba una sensación de bienestar, limpieza y calor hogareño, se tornó a estas horas lúgubre, denso y carente de influjos caseros. Ya la luz de neón anunciadora del Hotel y de tonos magenta, asemejaba al manido anuncio de club de carretera manchego español. Tras cruzar el umbral de entrada, el tono pastel de la iluminación había caído en intensidad, por lo que los contornos del lugar apenas se vislumbraban. Pero lo que más chocó a la pareja mientras apoyados sobre el mostrador esperaban la llave, era el continuo ir y venir de unas hembras de estatura galáctica, pelos leoninos y figuras de modelo de Vogue, aunque siempre acompañadas de parejas de todos los tamaños, pintas y estilos, pero discordantes en presencia a las amazonas a las que se aferraban como si la vida se les fuera en ello.