Y no solo la habían tocado, sino también la penetraron y lastimaron, además de partirle la nariz. Pero es que el aguardientico les había privado de la razón y la hembra estaba de un bacano… Además, era una de esas que en la calle te miran de ladito, comentaban al tiempo que buscaban una solución al desaguisado cometido.

Por fin dieron con una posible salida airosa a sus desmanes. La comentaron por lo bajini, como si alguien los pudiera escuchar, pulieron los detalles y se levantaron. Entraron de nuevo en la pieza de la colombiana. A través del resquicio de la puerta penetró la luz que alumbró el lugar, iluminándose el cuerpo rebosante de Patricia. La juventud les provocó una nueva erección a ambos.

-Parcero, ya que vamos a arreglar la vaina, aprovechemos y le damos una culeada más a esta marrana –comentó uno al otro.

Se miraron un breve instante y el otro accedió. Entonces, el que formuló la idea, extrajo su mondá aún húmeda pero tersa de nuevo, y volvió a introducirla en ese cuerpo pasivo. Fue rápido. Nunca semejantes zarrapastrosos habían catado tamaño bocatto di cardinali, y eso produjo, después de un par de empellones, una inmediata eyaculación, cuasi precoz. El compañero, con su verga alistada, también la encajó en esa cavidad humedecida a fuerza de lo descargado, para convulsionarse acto seguido y extraerla aún goteante.

Se ajustaron los pantalones y se desplegaron alrededor de la cabeza de la mujer. Uno tomó con fuerza la testa de ella, mientras le tapaba la boca, previendo una reacción brutal. El otro colocó ambas manos a cada lado de su dislocada nariz, e indicando a su compañero el momento con un gesto, realizó un fuerte giró sobre el órgano nasal de la colombiana.