Martes, 14 de junio

Ayer hubo de nuevo curso de cocina. La verdad sea dicha, me lo paso teta. Yo, que llegué a este antro sin apenas saber freír un huevo, en estos dos meses que llevo de curso me estoy volviendo un Arzak. Joder, si ya sé preparar hasta un steak tartare, ese plato de carne cruda con huevo, mostaza, alcaparras y un sinfín de aditamentos más. Por lo demás, cada lunes que regreso del curso, llevo algo cocinado al módulo; mis compis se ponen las botas. El Edu, el kurdo, el Panamá y alguno más siempre pillan, además de lo que les paso de estrangis del office. Voy a engordar si no me cuido, aunque tampoco me preocupa; en un mes terminamos el curso y se acabó lo que se daba. Qué lástima, ya sé preparar hasta una tarta Selva Negra.

A media mañana me llaman de comunicaciones. Me piro. Le digo al Panamá que si no llego a la una, que me remplace en el office, claro, con el beneplácito de Jesús, no vaya a enfurruñarse.

En la cabina me encuentro a mi abogado. Menudo pájaro. Jaime es un abogado famoso, pero que por casualidades de la vida conozco desde hace años. Es un amigo, bueno, un buen conocido al que trataba de cuando en cuando, y aunque me caía de a buti, nuestros encuentros no pasaban de ser esporádicos. Él siempre argüía el trabajo como excusa; yo, al final, no insistía en vernos, hasta que cualquier noche aparecía por alguno de los garitos en los que yo trabajaba y se tomaba un copazo conmigo.

Cuando me pillaron, tuve que envainármela y llamarlo para que llevara el caso. Accedió. Y hoy ha venido de nuevo de visita.

-¿Cómo lo llevas, Javier? –me pregunta con expresión sonriente.

-Pues imagínatelo, ¡de puta madre! Y qué, ¿sabes algo nuevo?

-Mira, han levantado el secreto del sumario. Os han implicado a todos, y como sois bastantes, incluido Héctor, que anda huido, os van a pedir banda organizada, notoria importancia y lo que se les ocurra.

-Y eso, ¿qué significa? –le pregunto con cara de pocos amigos.

-Pues que no pinta bien, que esto se complica -responde serio.