Miércoles, 21 de septiembre

Hoy me llega carta de Paula. Está de lo más enrollada conmigo; muy cariñosa y sugerente. Definitivamente, me pone que te cagas. Mientras la leo, se me pone dura y puedo olvidar por momentos el mal rollo que tengo en mi hogar.

Me escribe, que el lunes van a proyectar una película de un tal Almodovar, como ella dice, en el sociocultural, y que va a salir un módulo de mujeres y otro de hombres. Qué a ver si me busco la vida para ir al sociocultural en caso de que no sea mi módulo uno de los elegidos.

Estoy seguro que no nos van a mandar a nosotros; por lo que me comenta Edu, cuando salen las chicas al auditorio del socio, suelen llevar al módulo de enfermería o a uno de respeto, para evitar con ello que se monte una fiesta durante la película; por ello, mis compis y yo estamos convencidos que no saldremos.

Termina la carta diciéndome que me añora, que me desea y que quiere ser mi pareja en prisión. Firma con un, Paula, mi amor.

Joder, la tengo a reventar, hasta creo que me he mojado. Pero a la vez mis pelotas se me han subido a la garganta, del canguelo.

Da la casualidad, que hoy ha venido el educador al módulo, y aunque no tengo cita, espero en la cola, como otros tantos, para pillarle por banda cuando termine con los entrevistados del día. Antes de la una del mediodía logró hablar con él. Le pido que me cambie de destino, que ya he demostrado mi valía y seriedad en el que estoy, y que deseo un destino fuera del módulo, a ser posible el de biblioteca o el de polideportivo.

-Javier, apenas llevas… a ver… sí, seis meses en prisión, eres preventivo y ya has logrado en ese tiempo dos destinos, así que cálmate y en unos cuantos meses lo vemos. Recuérdamelo en noviembre, ¿vale? Ah, ¿y qué tal lo llevas? –me pregunta.

-Bien, bien, gracias. Y se lo recordaré, pero usted no me olvide, que quiero salir del módulo.

Sonríe mientras se aleja con un fardo de papeles bajo el brazo.