Jueves, 27 de octubre

Sigo con los dos temas de la semana a cuestas, pero el que más nervioso me tiene es el de la declaración. Esperaba, sin resultado, que antes del viernes se pasará el maricón de mi abogado a visitarme, pero nada. Tengo tantas dudas, tantas preguntas que hacer a un profesional… Mañana iré como una res al matadero. 

El otro tema, poco preocupante aunque si excitante, es lo del curso a realizar junto a Paula. Ha surgido de improviso mientras llevaba días planeando la manera de verla, y pufff, apareció el cursito de los cojones por arte de magia, por lo que espero ansioso que me den una respuesta; como sea que no, me va a joder mazo.

He llamado a casa para hablar con Pati. Necesitaba que ella me diera su consejo para lo de la declaración, pero apenas pude hablar con ella porque primero se puso el peque. Solo alcanzó a decirme que sí, que me inculpara, porque Juan dice… y ahí se cortó. En el fondo me alegré por los cinco minutos obligados de llamada, porque al oír eso de, “porque Juan dice”, ya me estaba cabreando y le iba a dar un berrido cagándome en tó lo que se menea, en el cabrón de Juan y en su puta madre. Así que las cosas han quedado como estaban, de puta pena, pero no han ido a peor. ¡Pero será puta la tía!, “porque Juan dice”, me suelta, como dándome a entender que es su pareja y que le da los consejos después de cada polvo; ¡será zorra!

Esta tarde camino el doble de lo habitual, como para no pensar y agotarme a fin de dormir. Tengo claro que no voy a pegar ojo en toda la noche; a lo mejor me casco un pajón y así me relajo. Dos compis, el kurdo y Panamá, siguen mis pasos sin rechistar, sabedores de mi nerviosismo. Entonces el economatero nos manda llamar. Cuando llegamos nos pasa una nota. Es del Edu. Nos cuenta que lo está pasando de puta pena, que en dos ocasiones le han sobado el hocico por listo, pero que poco a poco se está haciendo al módulo. Ha pedido que lo vuelvan a traer aquí, pero le han contestado que por el momento quieto parado. Nos manda saludos y nos echa de menos.